viernes, 19 de febrero de 2010

La vida sexual de las señoras

Es irrefrenable. No pueden evitarlo. Verte y contártelo, es todo uno. Algunas se excusan torpemente y otras entrarían en todo tipo de detalles si les dieses pie. Sin ningún pudor. Es superior a sus fuerzas. Yo antes ponía cara de moderado interés – más rayano en la cortesía que en el interés propiamente dicho – y aguantaba. Ahora, si voy sólo, las envío al carajo sin contemplaciones. No me interesa. Los complejos y las miserias son de cada uno. Y ya tengo suficientes en mi currículum como para andar sumando las de las cotorras acomplejadas con las que me cruzo.

Siempre empieza igual. Uno sale a pasear, por ejemplo, con la mujer y los siete hijos por el centro de Sant Cugat e, inexorablemente, te cruzas con alguna de ellas. Se quedan mirando con los ojos saliéndose de sus órbitas y dicen, normalmente dirigiéndose a mi mujer: "¿Son todos tuyos?" (¡y míos, señora, coño!) ¡Qué valiente!". Mi mujer, que es una persona educadísima, sonríe y suele no contestar. Yo pongo cara de palo y maldigo mi suerte: "¡Mecachis! ¡Otra tía con problemas!", pienso. Como malinterpretan la simpatía de mi mujer (yo, que la conozco bien, sé que esa sonrisa significa que tengas cuidadín, cuidadín), insiste: "¿Pero todos tuyos de verdad? (¡y míos, señora, cauensupadre!) ¿Y del mismo padre?". Yo, llegados a este punto, ofrezco mi silencio al Niño Jesús, como me enseñaron mis papás, y procuro insultarla por lo bajini, para que mis hijos (todos míos, todos de mi mujer) no me oigan. Luego, cuando me confieso de haberme acordado para mal de la madre de varias señoras, el cura me absuelve - ¿por qué siempre te ponen 3 avemarías de penitencia? -, y hace mal, porque desde luego no me arrepiento de eso.

El caso es que como se meten en medio, te obligan a parar. Y esto es como cuando llevas un rebaño de vacas locas en celo en un día de lluvia por los escarpados de Covadonga y un paisano te pregunta dónde queda Rebolledo de las Matas, provincia, por ejemplo, de Cáceres. La desgracia es inevitable. La diferencia es que las vacas (locas o no) se mueven menos que los niños. Por lo que, tras el parón del matrimonio frente a la tonta de turno, los niños (¡qué valientes sois!) se desperdigan por la calle y aledaños de forma meteórica. Y tú, con cara de tonto y heptaestrábico, intentas no apiolar a la curiosa mientras haces memoria de en qué agujero se ha escondido Beatriz o qué cristal está rompiendo a patadas Carlos.

Pero eso no es lo peor. Lo tremendo es cuando la señora te empieza a contar su vida sexual. Suele ser de esta guisa: "Nosotros tuvimos uno. Y nos costó porque mi Gerardo ya había tenido problemas de movilidad (¿es cojo o está hablando de espermatozoides?, me inquiero)… ya sabes (¿y qué cuerno vamos a saber?)... Y lo estuvimos buscando más de dos años (¿por dónde coño lo buscaban?, me pregunto) y al final me quedé. Pero claro, el segundo no me atreví. Y aunque queríamos una niña, dejamos de buscarla. Aunque mi Gerardo de vez en cuando me dice: "Imbécil (es un nombre figurado que se me acaba de ocurrir), ¿y si tuviéramos otro?". Pero no, no estoy en forma para eso. Yo ya he cerrado la fábrica. Pero desde luego, ¡cuánto me gustaría tener siete! Pero es me encontraron quistes ováricos y el endometrio se me escoñó y las trompas de Falopio están peor que las de la elefanta Susie y me dio una uteritis que me salieron ronchas en los bajos, y claro, así quedarse embarazada es un riesgo, y además, etcétera, etcétera, etcétera. Total, que éste ya se ha hecho la vasectomía. Pero, chica, ¡qué valientes sois! Bueno, pues nada, como te digo una "có", te digo la "ó". Adiós. Y encantada ¿eh? ¡Qué valientes, Gerardo, qué valientes!...".

Miro a mi mujer. Y ella me mira, cómplice. Recogemos a nuestros hijos y pienso que de valientes nada. Que cuando un matrimonio se quiere lo normal es que tengan hijos. Y que la vida con muchos hijos es más difícil, pero más rica. Mucho más rica. Incomparablemente más rica.

Y pienso en Gerardo – pobre diablo con problemas públicos de movilidad – y en el endometrio de la susodicha.

Y pienso en la soledad. Y en el miedo. Y en los que viven con el freno puesto. Atemorizados. Dando sorbitos a la vida en vez de tomársela a tragos. Pensamientos quizá injustos…

Me despierta de mis reflexiones – gracias a Dios - un patadón en la espinilla.

Carlos, botas nuevas,… ¡mecachis en su padre!

7 comentarios:

  1. Pobre diablo con ´problemas públicos de movilidad... jajajaja buenísimooo M.

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  2. -¿Son suyos esos niños? Por un casual…
    ¿Todos ellos?, ¿De verdad?, no me mienta…
    Y su esposo…¿De qué se le alimenta,
    que lo tiene hecho todo un sem…timental?…

    Yo y mi marido lo llevamos fatal,
    porque quizá no se me complementa,
    o porque son de velocidad lenta
    sus “soldaditos del asunto sexual”…

    -intentaré ser al máximo educada,
    no se tome a mal lo que le digo,
    lo que haga cuando estoy acostada,

    en la cama, de mi amor acompañada,
    La verdad es que a usted…¡le importa un higo!,
    ¡Así que no se ponga tan pesada!

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  3. Maese Carlos voy a hacer copy paste de su escrito y lo compartiré en mi FBook, si me da usted su permiso. Creo que es de lo mejor que he leído en semanas. Brillante, agudo, punzante y con toda la razón del mundo.

    Aprovecho para contarle mi "encuentro" (¿Por qué siempre son las mujeres las que lanzan la primera piedra en este asunto? Como si fuera un asunto únicamente de mujeres... ¿Es que los hombres sólo pasábamos por allí?)

    Farmacia. La señora, entrada en años y en carnes, se escandaliza por la cantidad de niños con los que entro. Creo que por entonces eran 5 o 6. Me suelta, así sin mediar tregua, "pero que no sabéis utilizar el preservativo".

    Por un momento me deja fuera de juego. "¿Cómo es posible que alguien se entrometa de este modo en algo tan personal y de una forma tan grosera?".

    Pero reacciono... "Gracias por su sugerencia señora. Pero creo que no la seguiré. Pero puestos a compartir sugerencias, le recomiendo que viendo su sobrepeso altamente peligroso para su corazón, tome Biomanan. Yo también me preocupo por usted"

    Recuerdo que la señora se puso histérica al grito de "¿¿¿Me estás llamando gorda??? Maleducado!!" A lo que respondí: "No señora. Le estoy llamando obesa y me preocupo por su salud y su economía. Y ya puestos medite en cómo ha empezado todo esto... Qué fácil es dar sugerencias a los demás y no aceptar las que recibimos"

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  4. Jordi, no hace falta ni que me pidas permiso... todo tuyo. Gracias!!! Ah, y nunca hay que despreciar la capacidad del ser humano señora (y muchos señores) para meterse donde nadie les llama... cuando tienes una triste vida, siempre buscas otras que destrozar!!

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  5. Independientemente de la "anécdota" (aunque no sea aislada) me quedo con la conclusión: el miedo a vivir, el peor de los miedos. Y fruto de las peores frustraciones, sí.

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