lunes, 1 de febrero de 2010

Cansaditos

Estamos cansaditos. La peña está agotada. Vamos arrastrados. Blanditos. Sin fuerzas. Yo lo compruebo muy a menudo en los puntuales, modernos e incívicos Ferrocarriles Catalanes (creo que ahora se llaman Ferrocarriles de la Generalitat de Catalunya, con esta manía ridícula que les ha entrado a estos chicos por identificar al pueblo catalán con la institución que lo desgobierna). Estos trenes, que en hora punta parecen el metro de Madrid, enlazan la periferia de Barcelona con el centro de la ciudad. Y el traqueteo es tan cómodo, tan progresista, tan moderno, tan autonómico, tan tripartito, tan, tan, tan,.. que la gente (niños, jóvenes y maduritos) se desploma sobre la butaca víctima de un cansancio invencible, sea la hora que sea.

Sé que es invencible porque se desploman en cualquier sitio: en la plataforma de espera, en los asientos reservados para ancianos y embarazadas, en el sitio de las bicis… cualquier lugar es bueno. Y es un drama. Porque, por ejemplo, entra una señora anciana ("una vieja chocha, una canica, una palmera, una agonías, una momia", en terminología de los FGC) y, cualquiera de los ocho que están derrengados sobre los asientos apenas pueden levantar sus entornados y pesadísimos párpados, para acto seguido, desviar su remordimiento mirando el paisaje. ¡Que se joda la vieja!, dicen. Bueno, no lo dicen. Es mucho peor. Lo hacen. Y la anciana se apoya temblequeante – si hay sitio – en la plataforma, supongo que apiadándose y comprendiendo el cansancio de todos aquellos que – con gran desparpajo – se repantigan en el asiento reservado. A lo mejor la anciana piensa en la madre que parió a esos verracos, pero no lo dice. Guerra de silencios.

Con las embarazadas ("preñadas, bombos, poco previsoras, toneletes", en terminología de los FGC) pasa lo mismo. Pero como suelen ser más jóvenes, el remordimiento es menor. A veces ni desvían la mirada, pensando que vale, que las viejas aún, pero que la preñada se ha quedado preñada porque le ha dado la gana, así que verdes las han segado, y a ti te encontré en una acequia.

Vivimos en una sociedad enferma. Alguna vez leí en algún sitio que el progreso de una sociedad se mide en la manera en que ésta trata a los animales. Vale. Puede ser. Pero para mí, ese progreso se mide en cómo trata a sus mayores y a las personas vulnerables. Yo no he visto en ningún lugar del mundo un desprecio por los mayores como el que veo a diario en España. En cualquier punto de nuestra geografía.

Es el subdesarrollo moral del desarrollo económico. Nada nuevo.

Ese es el futuro. Un tío incapaz de levantarse cuando aparece una persona anciana es un tío incapaz de hacer el más mínimo sacrificio por el prójimo. Ni más, ni menos. Y esos son los mimbres. No quiero ni imaginar cómo será el cesto.

Me canso sólo de pensarlo…

4 comentarios:

  1. Ya es fuerte que existan esos sitios reservados y las pegatinas indicando que lo son, COMO SI NOS TUVIERAN QUE AVISAR... Ha desaparecido la obligación moral... bueno la moral(1) en general.

    (1)La moral, no es más que la colección de pegatinas interiores de cada uno. las hay que nos obligan a ceder el sitio, hay otras para respetar a los mayores, otra para no hacer la vida imposible a los minusválidos, y alguna para ayudar a las embarazadas (esas señoras orondas, que llevan dentro una personita, que el día de mañana, si puede... pagará nuestra pensión, cuando nos peleemos por un sitio en ese mismo tren)

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  2. Mil perdones. En el comentario anterior he utilizado un término inapropiado. Donde dice "minusválido", quise decir "persona con discapacidad". Cosas de nuestra sociedad. Aceptamos mejor comportarnos con desprecio absoluto hacia el prójimo, que dirigirnos a él utilizando terminología "políticamente incorrecta".
    Así que, reitero mis disculpas... no vaya a ser.

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  3. No vaya a ser que se te entienda... eso sí que sería grave. Pues como digas paralítico o retrasado te cuelgan de dónde yo me sé.

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  4. Yo ya no puedo viajar en tren ni nada parecido pero cuando sí lo hacía, y no había sitio, sencillamente decía en voz lo más alta que podía en medio de la plataforma "estoy enferma, tengo que sentarme, por favor, que alguien me deje un sitio". Y así me miraban todos y siempre había alguien que se sentía mal por no hacer nada, y me dejaba su sitio. Yo le decía que muchas gracias, y a repantingarme con mi mascarilla de carbón activado puesta, mis gafas de sol, mi síndrome de sensibilidades químicas múltiples, mi síndrome de fatiga crónica, mi fibromialgia, mi sjögren... todos juntos en el asiento.

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