Como siempre que se muere alguien querido, dejo pasar un tiempo para – sé que suena raro – “asentar” los sentimientos. Eso sirve para mitigar el pesar y fijar los recuerdos en todas aquellas cosas agradables, buenas y felices que compartiste con la persona fallecida y que son las que deben permanecer en el recuerdo. Además, es agosto, y la Tenda fue parte muy importante de nuestro verano adolescente, así que espero que me permitáis colarme en vuestro verano para recordar a Joan.
Joan Sosa y su mujer, Dolors Tuneu, eran el alma de la Tenda. La Tenda era un pequeño establecimiento de todo tipo de alimentos – “queviures” - situado en una pronunciada curva – de esas que los autobuses locales toman a toda velocidad como si fuese de dirección única – de un pueblo tan pequeño que a poco que te despistaras con el espectacular paisaje tenías que dar media vuelta porque te lo habías saltado. La Tenda tenía antaño una explanada de arena con un árbol enorme de sombra errática y, una especie de parking sin normas para coches por turnos y, con el tiempo, una mesa redonda y algún asiento de esos que no se utilizaban so pena de fallecimiento por insolación y – cuando éramos adolescentes -por no apalancarse, aunque viviéramos apalancados. Pero ahí estaban.
Joan y Dolors han formado parte de mi imaginario vital desde que era niño. Dolors era cariño y amabilidad y hospitalidad y cercanía y – sé que me lo perdonará – mucho interés por todo lo que pasaba a su alrededor. De hecho, si uno quería enterarse de lo que pasaba en Sant Quirze y la zona, la fuente era Dolors. Desde mis siete años hasta mis cincuenta y largos, la sonrisa de Dolors me recibía cada vez que entraba en la Tenda. Recordábamos con frecuencia lo bien que lo pasamos en nuestra boda – a la que, por supuesto, estuvieron invitados – y, a medida que fuimos teniendo hijos, los llevábamos a la Tenda para presentárselos. Los vio crecer a todos.
Joan era bonhomía y trabajo y sensatez y curiosidad y sentido del humor y, además - junto con su mujer – fue un empresario como la copa de un pino. Para dimensionar correctamente el tipo de empresario que fue Joan Sosa hay que pensar qué seríamos capaces de hacer cada uno de nosotros si nuestra palanca inicial hubiera sido una minúscula tienda de comestibles en una curva de un pueblo perdido de la Cataluña interior. Joan innovó en un sector hipercompetitivo como el de la alimentación y consiguió que sus “neules” (barquillos) de altísima calidad se vendieran en todas partes. Con la ayuda de su mujer y sus hijos hizo crecer la empresa hasta convertirla en un referente en innovación en el sector de la gastronomía. Joan y Dolors criaron, educaron y forjaron una saga de empresarios de éxito, que continuaron el proyecto original, como Quico, o iniciaron nuevos proyectos como Joanet con Fai Natur y Sònia con Fantini.
Como gran empresario, era un trabajador infatigable con una cierta idea del futuro, que iba concretando día a día con una acción decidida. Nos reíamos cuando, hablando de la empresa, intentaba explicarle que yo me dedicaba a ayudar a definir la estrategia, o sea el futuro, y me contestaba que eso era para empresarios de ciudad, que él no entendía de esas cosas, que procurase explicárselo para que lo entendiese él, un empresario pequeño de pueblo. Y lo decía sin inmutarse, como si fuese verdad. Ya os he dicho que era una persona con sentido del humor.
Tuve la suerte, además, de trabajar con Quico – a quien conocí de joven, y que, ya de mayor, ha sido un gran innovador y referencia en el sector – y de ser amigo de Joanet – en nuestro grupo durante años -, que es una de las personas más amables, agradables y generosas - siempre dispuesto a echar una mano al prójimo – con el que he tenido el privilegio de cruzarme. De Sònia Sosa solo diré que ha heredado todas las virtudes de su madre. Más no se puede decir.
Cuando me enteré de que se había muerto, me acerqué al Tanatorio de Castellterçol a dar un abrazo a sus hijos, a rezar por él y, sobre todo, a darle las gracias. Es de bien nacido ser agradecido con aquellas personas que han pasado por tu vida haciendo el bien.
Estoy seguro de que estará en el cielo con Dolors y Carme – dulcísima, siempre sonriendo, que nos dejó tan pronto – convirtiendo su pedazo de paraíso en el lugar más acogedor que imaginarse pueda, donde todo el mundo pasará un rato a charlar y a comer unas castañas en invierno y un helado en verano.
Os echamos mucho de menos.
Descanse en Paz.
Al Cel Sigui.