En algún libro del que no guardo memoria leí cosas sobre la figura de las "demi-mondaine", cortesanas que proliferaron durante el periodo de Napoleón III en nuestra vecina Francia y que, creo que Alejandro Dumas hijo decía que "empezaban donde el matrimonio terminaba y acababan donde empezaba éste". De hecho, todo ilustre tenía una. El mismo Dumas hijo las describió con bastante arte en la Dama de las Camelias, creando el fascinante y dramático personaje de Margarita Gautier. Luego llegó el cine y – salvo honrosas excepciones – todo el encanto de Margarita Gautier fue fagocitado por malas actrices y peores directores que ensalzaron a la puta ocultando a la dama-cortesana, vulgarizando la historia y convirtiendo a la sacrificada Gautier en una cualquiera. Vaya, cualquier día de estos la interpreta Penélope Cruz y lo de Jamón Jamón va a ser un tratado de las buenas maneras comparado con lo que puede salir. Supongo que hacer buenas adaptaciones es jodido. Y que lo cutre tira y vende de narices.
Me venía esto a la cabeza porque todo aquello tenía su gracia. Su glamour. Su atracción furtiva. Su protocolo y su – con el debido respeto - ceremonia de cortejo, de escondite, de pecado. Y en eso los franceses son únicos. Todos los Presidentes franceses han sido elementos de moral distraída, por llamarle algo a eso que rige su existencia de cintura para abajo. No es que sean muy originales – Dios hizo al hombre con sexo y cabeza, y quien no tiene el uno donde el otro, tiene el otro donde el uno – y la verdad es que la antología de patinazos suele ser pues eso, antológica. Pero el saber estar y gestionar eso con elegancia – incluso cuando pillan al fulano – es un arte. El arte de la doblez, el engaño y la mentira. Pero arte al fin y a la postre. Y no nos olvidemos de que es Francia, donde lo anterior se da por descontado.
Y claro, toda esa tradición francesa desde las "demi-mondaines" de Napoleón III, pasando por la oficial y oficiosa de Mitterand, hasta la oficial Carla Bruni, toda esa tradición centenaria, todo esa "grandeur" amorosa, todo ese arte del engaño, lo ha mandado a tomar el viento el mandril de Dominique Strauss-Kahn. O sea, vamos a ver, te pueden pillar de muchas maneras – alguna muy humillante – pero no deben pillarte nunca haciendo el mandril. Eso no hay quien lo levante. Digo lo del prestigio.
Y presentarse a una empleada del hotel en pelotas, revolucionado y en celo como un mandril, e intentar aparearse con la camarera – inmigrante de origen africano afincada en el Bronx, tócate los cojones – como si fueras Copito de Nieve en plan "a ver si sale de una puta vez un hijo albino", eso, además de ser un delito como la copa de un pino – que se soluciona con tres o cuatro años en la galería de los sodomitas de San Quintín – es una vulgaridad como la Torre Eiffel. Dominique, corazón, un tipo que se las da de lo que tú te las dabas, pedazo de tonto del culo, no puede andar por ahí más salido que Torrente en Marbella. Por lo menos Clinton, que andaba sobrado de ganas – con todas menos con su mujer – no forzó a nadie.
Pero es que, además, ese percal me lo conozco muy bien. Es el percal de la puñetera prepotencia de determinada gentuza; la suite de los 3.000 dólares, el Porsche, las macrocenas en los mejores restaurantes, el puterío de lujo, el juguetear con los destinos de las comunidades y países con tal frivolidad y prepotencia, que al encontrarse con una negra limpiando su habitación, le pareció de suyo normal, natural, obligado, que la susodicha se aparease con él. De hecho, estoy seguro de que después de la violación, le habría dado una pasta y en la siguiente reunión del FMI habría propuesto ayudas multimillonarias para el país de origen de la violada. Porque estos hijoputas son así, generosos con los que masacran. Un angelito el cabrón, vaya.
Y esa es la diferencia entre el mandril y el hombre. Entre la violencia y el amor. Entre lo que no debe permitirse nunca y la expresión del amor que realiza al hombre, tal como lo sublimó Góngora:
"Que siendo Amor una deidad alada
Bien previno la hija de la espuma
A batallas de amor
Campos de plumas".
Sublime Góngora.
Cuando lo escribió no pensaba en tipos como Strauss-Kahn.
Eso seguro.
Cacho mandril.