La verdad es que en este país no cabe un tonto más. Creo que el locutor Carlos Herrera decía que si entrara un tonto más, se caería al agua. Pues bien, eso, que es cierto en general, se cumple inexorablemente en el gremio de los tertulianos de las "arradios" y de las teles. Estamos rodeados de un conjunto de gilipollas divididos en varios subconjuntos, que van desde los sabios catedráticos encantados de haberse conocido hasta los catetos sectarios que tienen poltrona asegurada por decir obviedades siempre en la misma dirección: la de la de la línea ideológica de la cadena. Y todas esas opiniones se dan sin solución de continuidad. Es decir, lo mismo te arrea un ladrillazo un catedrático coñazo de estructura económica sobre la situación de Grecia que Amando de Miguel hace una gracia en directo y te jode el día. Y esto es una plaga desde hace un tiempo. No soy capaz de determinar exactamente la fecha, pero sí que ese florecimiento ha poblado nuestro penoso país de opiniones infundadas, la mayoría de las cuales rozan el delito intelectual. Pero da igual, porque la peña que las escucha tampoco pide más. Desde que te levantas hasta que te ensobras, ahí están con sus voces engoladas, aflautadas, atipladas, graves, de gilipollas integral o de "tontos-a-las-tres". Incluso hay voces de cabrones con pintas, que sólo empezar a oírlas ya sabes cómo va a acabar el asunto.
Y todo esto es natural. Hay un montón de televisiones, radios, periódicos, semanales, magazines, papiros, mensajeros de la mañana, masajeadores más o menos oficiales y periodistas que siguen a partidos: fíjate, hasta existen cosas como Libertad Digital, Público o El Plural y tipos como Jiménez Losantos, Enric Sopena – pax, amigo, pax– o María Antonia Iglesias, que o se cuida o un día morirá en directo, cosa que no le deseo, claro. Y la gente los lee o los ve sin pudor. Con dos cojones. Y todos estos periodistas son la gente formada, o sea, los que han estudiado la carrera (bueno, aceptando periodismo como carrera). La gente que en teoría es el cuarto poder. O sea, Ejecutivo, Legislativo, Judicial y Nacho Escolar. Y claro, tú los miras y, depende a quién mires, se te caen los palos del sombrajo y empiezas a pensar que vale, que si ese es el cuarto poder, estamos más que jodidos. Luego miras el primer, segundo y tercer poder y te das cuenta de que tenemos el cuarto poder que nos merecemos.
Luego, sobreviviendo en ese batiburrillo de teles y programas amarillos (ellos se llaman rosas) está la peña que no ha estudiado carrera ni nada y se dedica a difamar al prójimo a tanto alzado. El tema funciona de la siguiente manera: un border line se levanta un día, se lava la cara, se toma un café bien cargado y dice, por ejemplo, que una concursante de un reallity ha sido puta de 50 euros y cama aparte en, digamos, Albacete. La presunta puta va a la tele y entre hipidos, gemidos y lloros dice que ella nunca llegó a cobrar 50 euros ni ejerció en Albacete y que eso es una calumnia y que se verán en el juzgado a menos que le diga quién le ha dicho lo de Albacete. El reportero tertuliano de la tele que lo ha soltado – que hace un año era repartidor de pizzas pero entró en Gran Hermano Glam y ahí está – dice que tiene que proteger sus fuentes y que, de alguna manera, es cuarto poder y que se acoge a la quinta enmienda. Y se arma un pifostio de tres pares. Y todos y todas claman al cielo y el presentador, que tampoco es periodista pero luce cantidad en el Orgullo Gay, dice eso de "puro periodismo de investigación, señores. Vamos a publicidad". Y supongo que en el intermedio se descojonan de la puta, el repartidor de pizzas, el cuarto poder - ¡qué florido te ha quedado, Kiko!- y las fuentes. Y el gremio de periodistas, en vez de vetar a ese presentador, pues va y le premia, que al fin y al cabo es un chaval majo que tiene mucho arte. Pues eso.
Vivimos tiempos complejos. La realidad no es fácil, por muchas razones. Se ha complicado extraordinariamente y el análisis es más difícil, la conocemos con mayor detalle aunque fallemos muy a menudo en el diagnóstico global, la inmediatez de la noticia dificulta la opinión ponderada y hay mucho medio no independiente. Y eso complica de forma extraordinaria un trabajo que, realizado con eficacia, veracidad, independencia y ética, es básico como contrapoder al Poder. Pero eso requiere personas comprometidas con el país y sus ciudadanos, preparadas y con ganas de contar la verdad. Y humildes, por Dios, humildes.
Yo, que algunos días tengo una fe ilimitada en el ser humano, todavía espero la llegada del día "D", hora "H", en la que uno de los periodistas que admiro – y que cuando improvisan admiro menos – se plante delante de un micrófono y, mirando fijamente al director del programa o a la cámara, diga: "Pues mira fulanito, yo de esto que me preguntas, no tengo ni puta idea ¿Y qué?".
Tengo amigos periodistas de primer nivel, a los que nadie en su sano juicio pondría en solfa o incluiría en un artículo como este. Pero es que tampoco ellos van por ahí hablando de sus fuentes, de sus exclusivas o del cuarto poder.
Aunque lo sean.
Pero yo no diré quienes son.
Debo proteger mis fuentes…