miércoles, 29 de octubre de 2014

Donde Glory´s



Era un antro oscuro y alargado al final de un pasaje sin salida lleno de antros oscuros y alargados. Probablemente lo único que tenía de diferente a cualquier otro de esos antros era que era nuestro antro. Allí fue donde pasamos buena parte de la carrera universitaria entre tabaco, alcohol, música, amigos y, a veces, amigas y novias. Pero estas duraban poco en Glory´s. Se cansaban y se iban. Nada hay más aburrido para una mujer que ver a su novio con su grupo en plan “amigos para siempre” así que discretamente – o a gritos, no lo recuerdo – se borraban. Era nuestro sitio, aquel lugar donde arreglábamos los destrozos que la universidad – fundamentalmente las mujeres – hacían en nuestras vidas. Ahí las odiábamos y amábamos, las poníamos a caer de un burro para adorarlas después sin solución de continuidad. Porque no teníamos ningún otro tema serio. Bueno, a veces, en pleno éxtasis etílico también hablábamos de la existencia de Dios y de otras cosas trascendentes, pero creo que era para tener pie y volver a hablar de las hijas de Eva. Vaya, seguro que sí. Envueltos en una nube perenne de humo, con un pitillo en la boca, cervezas a tutiplén y el recuerdo de esos ojos que, no es cachondeo, eran como el mar o de aquella maldita que nos había roto el corazón por enésima vez, pasábamos horas y horas dándole vueltas a cosas importantes. No recuerdo que pasáramos ni una sola noche hablando de estudios.

Hay sitios que – no sabes muy bien por qué – te adoptan tras un par de visitas. Tú los puedes frecuentar, pero son ellos los que te adoptan a ti. Glory´s nos adoptó tras un par de copas. No sé por qué lo hizo, pero lo hizo. Quizá le caímos en gracia a la larguísima barra negra – cuyas muescas y marcas llegamos a conocer a la perfección – o a lo mejor fueron los taburetes – siempre al límite de la desgracia – los que nos acogieron o vete tú a saber si los sillones del fondo, los de la esquina de filosofar – rojos con aspiraciones de antro de lujo – fueron los que nos sellaron el derecho de admisión preferente; no lo sé, pero sí sé que cuando cruzábamos la puerta negra de la entrada, teníamos la sensación de hogar. De pertenencia. Ese era nuestro sitio. Una extensión etílica de nuestra casa. Allí íbamos todas las noches Javier y Joan, y Luis Felipe, y Jordi, y Jorge e Ignacio, y Rafa y algún otro. Y ahí íbamos con amigos y amigas y con quienes venían de visita a Pamplona, que eran decenas. Y allí quedábamos. Como decían los pamplonicas,  “donde Glory´s”.

Y sí, como ya sabéis, todo Glory´s tiene un Jaime. O sea todo bareto, antro o sala tiene un tío que pone el alma. Que lo hace funcionar. Y el de Glory´s era era una bestia de casi dos metros, con la nariz partida y una ceja con resto de batallas – supongo que de alguna pelea en aquella Pamplona turbulenta de los ochenta – y con una de esas caras difíciles – diferentes - pero fáciles de interpretar: a buenas era encantador y a malas era terrible. Vivía en el barrio de la Txantrea y era un batasuno de pro, con todo lo que eso significaba en aquellos años. Cuando había un atentado con muertos y andábamos por ahí – ambas cosas ocurrían con una frecuencia trágica -, se me acercaba y me decía: “Carlos, lo siento. Esta guerra es una mierda”. Y se iba para allá, al fondo de la barra, a poner música y a esconderse un poco, para no jodernos. A su manera lo sentía. O a lo mejor quiero pensar que lo sentía. Era nuestro amigo. Un amigo de esos que no invitarías a casa. Tampoco él nos invitó nunca a la suya. Cada vez que volvíamos a casa por Navidad o Semana Santa o en verano se despedía dándote un abrazo tremendo de esos que o te desencajaba las vértebras o te las fijaba para los restos. Luego te cogía la cara como si fuese tu abuela, se daba un golpe en el pecho y te decía mirándote a cinco centímetros de la jeta: “Te llevo en el corazón”. Te soltaba y se iba. Era un tipo entrañable. Y una bestia parda.

Cuando acabamos la carrera, en plena efervescencia y exaltación de la amistad, los que habíamos compartido piso y los adscritos – que eran un montón – nos juramos que nos iríamos viendo muy a menudo y que “la última, siempre será en Glory´s”. Y sí, nos vimos una vez más. Y sí, acabamos en Glory´s. Y Jaime estaba allí y por un momento aquello fue como debía ser, por un momento todo estuvo en orden. Y le eché un vistazo a todo aquello – la puerta del tigre seguía con el mismo boquete que alguien desesperado por una mujer le hiciera de un puñetazo en 1984 -, nos despedimos de Jaime y tuve la absoluta conciencia de que jamás volvería. Como así fue.

Hace muy poco anduve por Pamplona y me acerqué.

Ahí seguía, con sus logos de letraset de hace treinta años y su puerta oscura cerrada a cal y canto para siempre. Me quedé plantado ahí un buen rato. Veinticinco años, pensé para mis adentros. Mucha vida.
Cerré los ojos y recorrí pegado a la barra, con mi cerveza en la mano, el local entero. Me senté en un tembloroso taburete mirando a la esquina de los sillones color rojo aspiración, vacíos de amigos pero llenos de recuerdos y  a la cabina de música donde Jaime se escondía a poner música y le di a la sombra de Jaime un abrazo virtual. De esos que te desencajan las vértebras o te las fijan para los restos. Y juro que noté cómo el tío se golpeaba en el pecho, me cogía la cara y como tantas veces, me decía: “te llevo en el corazón”.

Abrí los ojos, eché un último vistazo a la puerta cerrada y negra y me piré. Un vecino me miraba como si estuviese loco del todo. Pero daba igual. Qué cojones iba a saber ese de mi historia.

Dejé de quedar “donde Glory´s”.

Maldita sea.

jueves, 9 de octubre de 2014

Tania la gorda


El caso es que hace poco una presentadora de televisión a la que no conozco ni de la que había oído hablar en mi vida, tras dejar de fumar y engordar unos kilos, se ha plantado en una presentación más feliz que una perdiz y ha dicho más o menos: “He engordado, me siento guapa, sexy y contenta de haber dejado el tabaco”. Y como tras esas declaraciones un montón de acomplejados, miserables del comentario cobarde a tanto alzado y gilipollas de oscuro anonimato la han puesto a parir por gorda, lo ha rematado escribiendo un tuit de esta guisa: “vestida de blanco y sin complejos me dirijo a la cena del WPRF104”, que es algo así como decir – la interpretación de su pensamiento es libérrima - “ahí os quedáis con vuestras chorradas y vuestras mierdas de vidas, mindundis, que yo me voy feliz a seguir con la mía. Hala, que os den”. Y lo ha acompañado de una foto en la que está estupenda. Como debe ser. Poniendo un punto final elegante a la colección de puntos suspensivos, puntos y aparte, mediopuntos, puntos retrasados y dos puntos que jalonan el cerebro de tanto y tanto mangurrino suelto por este mundo.

Me gusta mucho Tania. Me gusta una persona que demuestra ese carácter y esa personalidad en unos momentos como los presentes en los que el fango de la mediocridad todo lo inunda y cada vez cuesta más encontrar personas que sean eso, personas, y no “gente” tan asquerosamente estándar y parecida para lo bueno y para lo malo que uno no sabe ya cómo distinguir una de otra, ni siquiera si merece la pena intentar hacerlo. Una persona que, atención, viviendo en gran parte de su imagen (porque me imagino que de talento andará sobrada) decide plantar cara a un vicio jodido y difícil de abandonar como el de fumar y sustituir tabaco por pizzas o chocolate negro o jabalíes – lo mismo da que da lo mismo – pensando lo que pensamos todos los que lo hemos dejado: que si eres gordo siempre estás a tiempo de adelgazar pero que sin pulmones respirar se vuelve dificilísimo. Y claro, con voluntad, lo ha dejado. Y como es un personaje público con un par de narices lo ha dicho y se ha expuesto sin complejos, sin esconderse, en una sociedad donde la postura contraria cobarde y acomplejada es la que prima y donde mostrar la imperfección – o sea las cosas como son – se convierte en ocasiones en un ejercicio suicida donde el juicio sumarísimo y cruel es la reacción pronta y casi nunca la contraria: la de admirar a quien consigue una meta. Aunque sea una pequeña meta personal (los que somos exfumadores sabemos que de pequeña, nada de nada).

Y sí, para el resto del mundo puede ser anecdótico el hecho (y de hecho lo es) pero lo que no es anecdótico en absoluto es el pim-pam-pum al que se le ha sometido, sobre todo en las redes sociales. Porque ese linchamiento virtual no es más que un reflejo exacto de los linchamientos reales que se producen a diario en nuestro país y que toman la forma de acoso, agresiones, insultos y desprecios a niños, adolescentes y adultos que, por la razón que sea, están fuera del puto estándar de mierda que ha creado esta sociedad patética donde al diferente, poco agraciado, tarado o tímido se le machaca sin piedad por gentuza sin escrúpulos que abusan de su efímero poder causando muchas veces un destrozo inmenso. Porque lo que está claro es que si en lugar de a una mujer formada, con personalidad y con un par como Tania dan con una víctima más débil – por ejemplo, una adolescente con complejos -, el daño que pueden realizar es irreparable. Para que se me entienda: el acoso y la agresión del fuerte al débil se aprende y se forja en casa, se desarrolla en la escuela, se consolida en el trabajo y en las enfermizas relaciones que se puedan tener y eclosiona en ese lugar donde anonimato y miseria van de la mano; sí, en las redes sociales.

Creo haber escrito bastantes veces que vivimos en una sociedad enferma donde nada importa lo que eres sino lo que tienes o lo que aparentas. De hecho la peña va tan estresada en gilipolleces que no tiene ni tiempo de frenar, echarse un vistazo dentro y saber algo de sí mismo. Supongo que no se miran dentro por no morir de asco. Si uno no se molesta en conocerse, imagina lo de conocer e interesarse por el prójimo. Por las luchas y pequeñas victorias del prójimo. De las necesidades e ilusiones de los demás. De sus aspiraciones nobles. De sus problemas. Por eso, porque el ser humano tiene el encargo primordial de conocer y ayudar al ser humano, lo del puñetazo de Tania a todos esos miserables me ha parecido estupendo.

Y ella, también.

Ojalá que lo que haga esta chica en el futuro se parezca a lo que ha hecho ahora. Porque ha hecho lo que debía hacer.

Tania, muchas gracias.